El futuro de la lectura
El futuro de la lectura ya no será lineal, sino radial
Los libros electrónicos permiten saltar a imágenes, música o diccionarios
Las ediciones en papel serán un lujo y un placer
Leemos todos los días. A todas horas. Inconscientemente. La información nutricional de la caja de cereales, las señales de tráfico, la factura de la electricidad, las vallas publicitarias. Conscientemente. Una novela de Jonathan Franzen, el periódico, el muro de Facebook, los resultados de una búsqueda en Google. Somos más lectores que nunca. Pero desde hace tiempo utilizamos esa vieja palabra, leer, para nombrar un acto que está en transición. Que no es lo que era. La lectura está cambiando y, con ella, nosotros, los lectores.
Día tras día leemos titulares sobre la desaparición del libro físico y los correspondientes desvelos de editores, libreros, bibliotecarios, pero, cuestiones de mercado aparte, nosotros, los lectores, ¿cómo leeremos en el futuro? ¿Qué entenderemos por libro? ¿Qué entenderemos por leer? ¿En qué soportes leeremos? ¿Cómo hablaremos de libros? ¿Dónde conseguiremos los libros?
Una vieja tecnología. ¿Qué entenderemos por libro?
Hasta hace no demasiado, la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española bastaba para describir qué era un libro: “Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen”. Ahora empieza a haber consenso en torno a otra, propuesta por el veterano periodista, escritor y gurú del futuro Kevin Kelly: “Un único argumento o narrativa de extensión larga, sin importar su forma o si es en papel o electrónico.
Aunque no conviene esperar fuegos artificiales de todos ellos, opina José Antonio Millán, autor de varios estudios sobre la lectura en España y responsable del blog Libros y Bitios. “Siempre habrá libros muy aumentados, como los infantiles, con un despliegue muy llamativo. También habrá obras científicas con muchas adiciones que facilitarán el estudio o la compresión, pero la novela podrá seguir siendo novela. En una edición de Ulises podrá ver un mapa, por ejemplo. Pero hay veces que no hace falta nada”.
Leer palabras, leer imágenes. ¿Qué entenderemos por leer?
“Leer es una creación humana. No es natural sino una práctica social que cambia en cada momento dela historia, en cada comunidad y en cada contexto, aunque la palabra sea la misma. No es lo mismo lo que hacemos ahora que lo que hacíamos hace cincuenta años o lo que haremos dentro de otros cincuenta”, explica Daniel Cassany, profesor e investigador de Análisis del Discurso de la Universidad Pompeu Fabra y autor de En_linea. Leer y escribir en la red (Anagrama). Libro abierto, lector enfrascado, ese es el concepto de lectura, culta y profunda, que sigue arraigado
Pantallas, pantallas, pantallas. ¿En qué soportes leeremos?
Más de la mitad de los españoles lee ya en soporte digital, según el Informe Hábitos de lectura y compra de libros en España 2011 (52.5% de la población, aunque sólo 6.8% lee libros de esta manera). En ordenadores, teléfonos móviles, agendas electrónicas o e-readers (cuyo uso ha aumentado 75% y alcanza 3% de los entrevistados). Y “una gran mayoría” de los estudiantes son lectores digitales, así que no parece descabellado alegar que las lecturas del futuro se realizarán fundamentalmente en ordenadores, teléfonos inteligentes, tabletas y lectores electrónicos. Craig Mod considera que los “e-readers serán gratuitos en un par de años. Serán, en realidad ya lo son, los libros de bolsillo del mundo digital. Y las tabletas imperarán como aparatos universales de uso informático y de lectura”.
El estado natural de nuestro cerebro es distraído: excepcionalmente las páginas de los libros lograron la hazaña de mantenernos absortos durante horas, pero hoy parece improbable de las páginas de los libros digitales vayan a repetirla. Los dispositivos de lectura conectados ponen al usuario en el aprieto de tomar decisiones constantemente: ¿hago clic en el enlace? ¿Abro el vídeo? ¿Leo los comentarios de otros lectores? ¿Recomiendo el libro en Facebook? Un nuevo correo electrónico, ¿lo leo ahora o luego? ¿Y si hecho un vistazo a Twitter o YouTube?
Y no es el mejor momento para hacerlo. “Los lectores nunca se han enfrentado a tal cantidad de información ni han estado tan necesitados de lectura crítica y analítica como ahora. Asusta pensar que los nuevos lectores utilicen el común denominador de “lo que es más popular en número de visitas en un servidor de internet” como la base de sus opiniones y creencias. No es que la cultura digital sea enemiga de la cultura literaria, pero tiene la capacidad de destruir o erosionar los mejores aspectos de ella: el cerebro capaz de leer con profundidad”.
La era de la lectura social. ¿Cómo hablaremos de libros?
Tanto Millán como Rodríguez reconocen el potencial de la lectura social, pero rebajan el entusiasmo de Stein apelando al principio 90-9-1 que, al menos por ahora, impera en la cultura digital y que dice que 90% de los usuarios de las comunidades online nunca hace ningún tipo de aportación, 9% participa comentando, editando y generando contenidos de vez en cuando y 1% monopoliza la actividad. “Que todo el mundo que lea un Kindle o Tagus haga subrayado social y comentarios es mucho pensar”, cuestiona Millán. “Tengo mis dudas empíricamente contrastadas. Tengo un blog hace mucho tiempo, uso Internet y me mato en muchos sitios, y verdadero diálogo, crítica y trabajo cooperativo he encontrado en muy pocos lugares”, apunta Joaquín Rodríguez.
Menos estanterías, más personas. ¿Dónde conseguiremos los libros?
Para imaginar lo que será una biblioteca del futuro basta con seguir los pasos de la Biblioteca Pública de Nueva York, institución de referencia mundial que se está aplicando para que su importancia quede intacta en el siglo XXI.
El futuro pertenece a la lectura digital y, por supuesto, a las librerías online. Las de toda la vida resistirán sólo si cambian. ”No pueden seguir aspirando a ocupar el mismo espacio porque obedecen a un modo de producción que necesitaba que el territorio se irrigara a través de esa red comercial. Mientras vayan a eso y entiendan que tienen que utilizar las tecnologías digitales, sobrevivirán”, concluye Joaquín Rodríguez.
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